Fue a media mañana, en la esquina de Cabo Morando y Lambaré, Villa Sarmiento. Una calle de casas bajas, tránsito calmo y la rutina del Oeste. Ahí, el 16 de octubre, detectives de la SubDDI Ituzaingó frenaron a un joven de 24 años que se acercaba a un Toyota Etios. El auto tenía pedido de secuestro y chapas cambiadas. La escena, breve y seca, abrió una puerta más grande: parte de una banda que robaba camionetas 4×4 en serie, moviéndose entre Ituzaingó, Morón, Merlo, Ramos Mejía y Moreno.
- Un joven de 24 años fue detenido el 16 de octubre en Villa Sarmiento cuando intentaba retirar un Toyota Etios con pedido de secuestro.
- Llevaba una computadora automotor y un “contractor” Toyota, piezas clave para manipular encendidos.
- La pesquisa vincula a la banda con 20 hechos entre noviembre de 2024 y agosto de 2025.
- Operaban en el Oeste del conurbano y “enfriaban” los vehículos antes de trasladarlos para su venta en Corrientes.
- Hubo allanamientos simultáneos el 25 de septiembre en Moreno: dos detenidos, vehículos, armas y equipos secuestrados.
- Siguen prófugos dos acusados de 25 y 22 años, imputados por robo agravado, asociación ilícita y hurto agravado.
La caída en Villa Sarmiento
El señalamiento fue preciso: los investigadores sabían que alguien iba a retirar el Etios en esa esquina. El auto, con patente adulterada, llevaba grabada otra numeración que no miente. Al verificarla, surgió que el vehículo tenía pedido de secuestro por un hurto cometido el 14 de julio en Morón. El sospechoso llegó, lo interceptaron a pocos metros y en la requisa apareció el kit que delata oficio: una computadora automotor y un “contractor” Toyota, dispositivos que permiten abrir, encender y reprogramar sistemas electrónicos en minutos.
La Fiscalía N°5 de Morón avaló la detención. La imputación: hurto agravado de vehículo dejado en la vía pública, además del secuestro del Etios. El procedimiento, de libro. La escena, repetida en el conurbano cuando la calle se vuelve taller improvisado.
La investigación que unió las puntas
La historia arrancó antes. El 2 de julio, una denuncia por el robo de una VW Amarok en Olazábal y Pirán encendió la alarma. Con cámaras municipales y privadas, la DDI empezó a hilar trayectos, rostros, autos de apoyo. La UFI N°7 de Moreno concentró las causas dispersas y, con intervención de más de 12 líneas telefónicas y cruce de redes sociales, los investigadores siguieron los pasos de la organización.
El patrón que apareció no sorprendió: una serie de golpes finos entre noviembre de 2024 y agosto de 2025, apuntando a camionetas 4×4 —Amarok, Hilux, SW4—. La mecánica, moderna y silenciosa: manipulación de sistemas electrónicos, clonación o reemplazo de módulos, encendidos forzados sin roturas vistosas. Tecnología aplicada al delito, una competencia que en el conurbano se aprende rápido y se perfecciona en cadena.
De Ituzaingó a Corrientes: la ruta y el “enfriamiento”
Tras el robo, los vehículos eran “enfriados” en distintos puntos del Gran Buenos Aires. En la jerga, dejarlos estacionados por horas o días para comprobar si tienen rastreo activo o si la policía anda cerca. Si la calle no hablaba, la camioneta seguía viaje. Según la pesquisa, la ruta terminaba en Corrientes, donde eran vendidas. Ese tránsito, del Oeste bonaerense al Litoral, es conocido por las fuerzas: mucho camino, poca frontera y una logística que mezcla talleres, cocheras y choferes a demanda.
Allanamientos y secuestros en Moreno
El 25 de septiembre se hicieron allanamientos simultáneos en Moreno. En esos operativos detuvieron a dos hombres, de 67 y 54 años, y secuestraron vehículos, armas, celulares y equipos electrónicos utilizados para robar y desarmar las camionetas. Los talleres clandestinos no siempre llevan cartel, pero dejan huellas: herramientas específicas, módulos, chips y cables con historia.
Los que faltan
Con la detención en Villa Sarmiento, la causa sumó una pieza más. Pero todavía quedan dos acusados prófugos, de 25 y 22 años, con cargos por robo agravado, asociación ilícita y hurto agravado de vehículo en la vía pública. En el expediente figuran recorridos por Ituzaingó, Morón, Merlo, Ramos Mejía y Moreno; coordenadas que, para quien investiga, dibujan un mapa nítido.
El Oeste, otra vez, como tablero. La calle, otra vez, como taller. Y una puerta, apenas entreabierta, por donde se ven tanto las herramientas como los nombres propios que aún faltan.
