En estos días de campaña corta y clima largo en la Ciudad, Ricardo López Murphy salió a caminar sobre un campo que conoce: el voto amarillo que se quedó sin casa. Desde afiches hasta posteos, su equipo pintó de ese color su oferta porteña de Potencia y la llenó de guiños: a los desencantados del PRO, a quienes miran con desconfianza la fusión con La Libertad Avanza y a quienes extrañan una idea de “orden” que no figure en el organigrama oficial.
- El economista calificó como un error la integración del PRO en la estructura de La Libertad Avanza.
- Busca retener a votantes y dirigentes del PRO que rechazan el acercamiento al Gobierno y los escándalos.
- Reforzó el uso del amarillo y mensajes de “volver a las bases”, con spots y guiños a Mauricio Macri.
- Cuestiona al oficialismo por corrupción y falta de resultados económicos, y alerta por un rebrote kirchnerista.
- Encuestas lo ubican cerca del 6% en CABA y con posibilidades de renovar su banca; flojo panorama en Senado.
La disputa por el amarillo
En una Ciudad habituada al color como atajo, López Murphy pegó al amarillo una promesa: “reconstruir” lo que en algún momento fue el corazón de Juntos por el Cambio. Lo hizo en X con frases breves y efectistas, invitando a “volver a las bases” y a “marcar la lista amarilla”. No es menor: con boleta única de papel, la identificación visual pesa y, en CABA, el amarillo no es solo un pantone, es un idioma político que el oficialismo porteño habló durante más de una década.
El despliegue tuvo su cuota de ironía controlada. Circuló un spot hecho con inteligencia artificial donde se declaraba ganador el “amarillo con bulldog”, y cerraba con una consigna provocadora. La estrategia corre por carriles conocidos: apropiarse de un capital simbólico (color, tono, léxico) y ofrecerle al electorado desencantado un refugio con apellido y trayectoria.
Mensajes y gestos a la diáspora PRO
López Murphy dice hablar con dirigentes del PRO que no se sienten cómodos bajo el paraguas libertario. Lo explica sin rodeos: una parte del PRO se subordinó a La Libertad Avanza; el resto —asegura— está cerca suyo y, en privado, le confirma apoyo. Para esa audiencia mandó otra señal: una foto con Mauricio Macri acompañada por una broma con apodos que los militantes reconocen sin necesidad de traductor. El subtexto es claro: seducción al votante “histórico” del PRO, sin romper del todo amarras con su fundador.
En una entrevista con El Economista, el primer candidato de Potencia en la Ciudad detalló su blanco electoral: el centro y la centro-derecha que gobernaron CABA durante años y hoy miran con fastidio el nuevo organigrama. También insistió en que su narrativa apunta a ese orden republicano que —sostiene— se perdió en la fusión con el oficialismo nacional.
Entre Milei y el kirchnerismo
El otro trazo de su discurso es el contraste con la Casa Rosada. Define al gobierno de Javier Milei como “malo” y “corroído por hechos de corrupción imposibles de tapar”, y le reprocha falta de resultados en la economía tras un arranque que, a su juicio, tenía una oportunidad única. El argumento cierra con una advertencia que su público entiende: si el oficialismo falla, se le devuelve oxígeno al kirchnerismo, el antagonista preferido de esa tribu urbana.
Al mismo tiempo, marca distancia con los ensayos rupturistas de otros referentes amarillos. Lejos de la pirotecnia y las frases al hueso de la campaña de mayo —cuando Horacio Rodríguez Larreta olió en voz alta el traspaso a Jorge Macri—, López Murphy se ubica en un registro más austero. “No me obligo a romper para volver a jugar”, viene a decir, sin citar nombres, apuntando a la coherencia como activo en un mercado saturado de eslóganes.
Los números que ordenan
Las mediciones le dan un techo modesto pero funcional. La última foto de Tendencias Consultora lo coloca cerca del 6,1% en la Ciudad; Opinión Pública lo arrima al 6,6%. Para un comicio con boleta única y competencia fragmentada, no es un dato menor: con esos porcentajes, el simulador de Data CP le proyecta renovar la banca. El propio López Murphy baja el copete cuando le acercan encuestas: repite el refrán de no repartir la piel del oso antes de cazarlo. Un modo de decir que, en esta Ciudad, el voto se cuenta de a barrios y no de a tuits.
El contraste aparece en la boleta para el Senado, donde Potencia asoma con menos de 2% en los sondeos. En mayo, para agregar contexto, Larreta había quedado cuarto con 8,24% en la compulsa local. Ese recuerdo pesa en cualquier tablero: la diáspora amarilla fragmenta, pero también disciplina.
Qué se juega en CABA
CABA es una plaza con memoria amarilla y hábitos de gestión propios. Por eso la apuesta de López Murphy no es solo electoral: busca administrar una herencia simbólica que el PRO, al asociarse con La Libertad Avanza, dejó a la intemperie. Su argumento de base —que esa integración fue un error— intenta ofrecer un cauce a funcionarios, militantes y votantes que no se sienten cómodos con el oficialismo nacional ni con el regreso del viejo adversario peronista.
En ese tablero, el color funciona como contraseña y la boleta única como atajo. La campaña se define menos por los grandes actos y más por el detalle: una foto bien elegida, un spot que corre en celulares, una consigna que activa memoria. Al final, la pregunta que sobrevuela cafés y comités es sencilla y difícil a la vez: ¿qué habría pasado si el PRO no se disolvía en la órbita libertaria en medio de la turbulencia económica y los escándalos? No hay respuesta concluyente. Pero esa duda, repetida en voz baja por dirigentes que aún guardan la lapicera amarilla, es el combustible que hoy empuja la avanzada del bulldog.
