En semanas de calles frías y encuestas que respiran como fuelles, tres mujeres del peronismo comenzaron a mover el tablero en silencio. No hace falta que ganen para incomodar a la Casa Rosada: alcanza con que cambien las cuentas en tres territorios que definen presidencias. Córdoba, Santa Fe y la provincia de Buenos Aires: un triángulo que, si se cierra, obliga a los hermanos Milei a recalcular la hoja de ruta rumbo a 2027, esa “bisagra” que el propio Presidente eligió para calificar el calendario que se viene.
- En Córdoba, Natalia de la Sota no asoma como ganadora, pero puede abrir una vía para que el peronismo nacional mejore su piso en el distrito más refractario al kirchnerismo.
- En Santa Fe, Caren Tepp crece al compás de la fractura del no peronismo y aporta una bocanada de renovación que sintoniza con el clima local.
- En la provincia de Buenos Aires, Cristina Fernández de Kirchner no compite, pero su sombra ordena y desordena a la vez: el peronismo moviliza menos que el 7 de septiembre, aunque LLA llega golpeada por la economía y por haber sostenido a José Luis Espert al frente de la boleta.
- La combinación en los tres distritos más poblados del país, sumados a CABA, puede volver hostil el mapa para el oficialismo nacional y achicarle el margen político de acá a 2027.
- El riesgo para los Milei no es un derrumbe, sino la erosión sostenida en provincias clave que complica mayorías y relatos épicos.
Natalia de la Sota (Córdoba): la llave que obliga a recalcular
En la provincia más antikirchnerista del país, Córdoba, “La Natalia” carga un apellido que abre puertas y también expectativas. Hija de José Manuel, el arquitecto del cordobesismo, no está para coronarse; lo sabe su entorno y lo admite la oposición. Sin embargo, su competitividad alcanza para algo más concreto: convertirse en el puente que permita al peronismo nacional –no el cordobesista– recuperar aire en un distrito donde hace dos décadas respira con dificultad.
La hipótesis que circula entre armadores: si Juan Schiaretti decide no subirse al juego nacional y Martín Llaryora se concentra en retener la gobernación, De la Sota puede aglutinar una porción valiosa de ese bastión. Un peronismo competitivo en Córdoba no es un capricho de laboratorio; obliga a revisar la aritmética electoral en todo el mapa. Desde 2015, cuando el voto cordobés fue decisivo para el triunfo de Mauricio Macri, nadie subestima ese padrón.
Hay un dato mirando 2027 que intriga en La Plata: con una Córdoba menos esquiva, Axel Kicillof podría aspirar a un rendimiento inédito en ese territorio, algo superior a la marca de cualquier candidatura kirchnerista desde 2003. No es predicción, es posibilidad. Y a veces la política se juega en ese terreno: el de los márgenes que, sumados, definen un país.
Caren Tepp (Santa Fe): la renovación como ventaja táctica
Santa Fe suele tener un pulso propio. Más permeable al universo panperonista que su vecina Córdoba, combina climas urbanos, agro y puertos con un electorado que castiga el desgaste y premia la novedad. En ese escenario, Caren Tepp –con un recorrido que va de la izquierda hacia el peronismo y pareja del intendente rosarino Juan Monteverde– se acomodó en el centro de la escena con una carta simple: capitalizar la división del no peronismo.
No hace falta ser un cohete electoral para pelear arriba cuando el resto llega dividido. En octubre 26, Tepp podría aprovechar ese viento cruzado para asomar primera o, al menos, quedarse con un segundo puesto de corte competitivo. Analistas que conocen el barro santafesino coinciden en un punto: su nombre le da al peronismo local un aire de renovación que hoy no aparece en Buenos Aires con Jorge Taiana, y evita volver a soluciones gastadas como la de Agustín “Chivo” Rossi.
La novedad aquí no es ideológica sino generacional y de método: menos liturgia y más calle, menos comité y más territorio. Ese giro, en una provincia con memoria viva de alternancias y frentes amplios, puede valer más que un puñado de spots.
Cristina Fernández de Kirchner (Buenos Aires): operar en modo sombra
La tercera mujer no figura en la boleta, pero está en todas. En la provincia de Buenos Aires, Cristina Fernández de Kirchner funciona como esas mareas que no se ven desde la orilla y sin embargo mueven los barcos. Los intendentes, con menos incentivos que el 7 de septiembre –cuando la interna los obligaba a salir a cazar voto por voto–, administran el esfuerzo. No es apatía, es cálculo.
Del otro lado, La Libertad Avanza llega con el lastre de una economía que le corroe la paciencia al elector y de una decisión que dejó marcas: haber puesto y sostenido a José Luis Espert al frente de la boleta. Ese costo político no se borra en dos semanas. El resultado probable, otra vez, es una brecha amplia en el distrito que aporta casi cuatro de cada diez votos del país. En ese clima, la figura de Cristina sigue operando como sello y contra-sello: ordena el voto duro peronista y, a la vez, galvaniza rechazos. Pero cuando el oficialismo nacional patina, esa tensión suele inclinarse a favor del peronismo bonaerense.
Un triángulo que encierra a la Rosada
Miradas en conjunto, De la Sota en Córdoba, Tepp en Santa Fe y la sombra de Cristina en Buenos Aires delinean un riesgo político concreto para los Milei: que tres provincias estratégicas se vuelvan terreno cuesta arriba. No se trata de un susto de campaña, sino de la antesala de 2027. Si Córdoba deja de ser un muro, si Santa Fe premia la novedad peronista y si Buenos Aires ensancha la diferencia, el oficialismo nacional deberá resignar épica y abrazar aritmética: negociar más, prometer menos y mirar con lupa cada voto urbano.
En política, los mapas no se dan vuelta de un día para otro. Se desgastan por los bordes, se agrietan en las bisagras, se recalculan. Ahí, en esos bordes, es donde hoy avanzan tres mujeres que no necesitan ganar para cambiar el resultado. Y esa, para la Casa Rosada, puede ser la peor de las noticias: que el partido se empiece a perder sin que nadie haya marcado todavía el gol del triunfo.
