domingo, noviembre 9, 2025
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Milei y Meloni: Capano atribuye el auge de la derecha radical a fallas estatales

El jueves, en una tarde de pasillos encendidos y aplausos medidos, la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA le colgó al politólogo italiano Giliberto Capano la medalla de Doctor Honoris Causa. No hubo grandilocuencia, sí una tesis nítida: sin un Estado que funcione, la democracia se vuelve un cascarón. Capano no viajó para dar lecciones ni para buscar épicas; trazó, con la calma de quien estudia décadas, un mapa de las derechas actuales y de las fallas que las parieron. En esa cartografía, Javier Milei aparece como un exponente local de una familia política global. La comparación con Giorgia Meloni, inevitable, le sirvió para otra distinción: no es lo mismo un liderazgo temperado por los oficios del Parlamento que uno que gobierna a pura aceleración.

  • Capano fue distinguido como Doctor Honoris Causa por la UBA y defendió la capacidad estatal como base de la democracia.
  • Ubicó a Milei entre los líderes populistas de derecha radical, en línea con Trump u Orbán, con rasgos “a la argentina”.
  • Sostuvo que las derechas radicales crecen como respuesta a fallas acumuladas en el desempeño de las políticas públicas.
  • Advirtió sobre la “polarización de políticas”: el falso dilema de que sólo hay dos maneras de hacer las cosas.
  • Contrastó a Milei con Meloni: ella es una política profesional, moderada por el sistema parlamentario; él, un outsider más propenso al conflicto.
  • Remarcó: la solución no es achicar el Estado, sino construir capacidad estatal; sin eso, no hay democracia que aguante.

Un Estado que no se ve, pero sostiene

Capano recurre a una imagen sencilla: el Estado como infraestructura silenciosa. Lo dijo sin rodeos frente a una frase que se volvió consigna en la política local: “El Estado es una organización criminal”. Para él, es una postura útil para ganar votos, pero inviable para gobernar. En cualquier régimen —autoritarismo o democracia— sin Estado no hay coordinación posible. “La salida nunca es recortarlo. La salida es construir capacidad”, subrayó. En un país como Argentina, acostumbrado a discutir la medida del ajuste antes que la calidad de su administración, la advertencia suena familiar y a la vez incómoda.

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Populismos de época y una grieta que achata

El politólogo encuadra a Milei dentro de una familia global de liderazgos “populistas de derecha radical”. Aparecen ahí Donald Trump y Viktor Orbán como parientes cercanos. No son calcados: cada caso absorbe la historia y el pulso de su sociedad, pero comparten el diagnóstico de época. Y en esa lectura, Capano coloca un énfasis rioplatense: la polarización local no es sólo de discursos, también de políticas. Ese clima de “todo o nada” deja afuera las combinaciones virtuosas que, en buena parte del mundo, dan resultados. En su mirada, las mejores políticas suelen mezclar herramientas, no confesiones.

Cuando las promesas tapan el futuro

La expansión de las derechas radicales, sugiere, no cae del cielo: es consecuencia de políticas que dejaron de calibrarse frente a cambios profundos. Occidente tuvo programas eficaces, pero se volvieron rígidos mientras las sociedades cambiaban. La élite política —dice— perdió oficio en la lectura de mediano plazo y se acostumbró a prometer para hoy o mañana, sin pensar en pasado mañana. Ese cortoplacismo erosiona la confianza y enoja a los votantes. “No son sólo las derechas radicales un problema para la democracia”, aclara. “Son el producto de dinámicas largas, políticas y sociales.” Si esos espacios crecen, tal vez la falla esté también en los partidos tradicionales, que dejaron de convencer.

Meloni y Milei: parentesco distante

La comparación con Giorgia Meloni es reveladora por contraste. Capano despeja primero la foto de ocasión —esa idea de alianza internacional entre líderes de derecha— y va al punto: “Meloni es una política profesional y Milei, no”. La italiana hizo carrera, aprendió el oficio en el tránsito entre bancas, partidos y ministerios; ese aprendizaje, dice, produce reflejos que ordenan. Milei, en cambio, conserva rasgos de outsider, con una mirada naive de la política que, en la práctica, tensiona su gestión.

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Parlamentos que amortiguan y pulsos que crispan

La otra diferencia es de sistema. Italia funciona bajo una democracia parlamentaria que, por diseño, pone límites a las excentricidades del primer ministro. No es una garantía de virtud, sí un cerco de instituciones que restan margen a lo impulsivo. Desde ese prisma, Capano marca una divergencia de estilo: Meloni evita peleas con segmentos amplios de la sociedad; discute con sus adversarios, pero no convierte a colectivos enteros en antagonistas permanentes. Milei, en cambio, con palabras y decisiones, elige frentes más grandes, como si el conflicto fuera combustible. El punto no es moral, es operativo: cuanto más se rompe el diálogo, más se achica la gobernabilidad.

La grieta de las políticas

Hay una idea que Capano empuja casi como un método: las sociedades que avanzan combinan. La Argentina, dice, confunde el grito con la gestión. La “polarización de políticas” deja a la dirigencia atrapada entre recetas cerradas: o todo mercado o todo Estado. En la experiencia comparada, los países más estables mezclan instrumentos: regulación donde hace falta, competencia donde sirve, inversión pública con objetivos claros, evaluación de resultados y corrección de rumbos. Es prosa, no épica; pero ahí, insiste, se sostienen las democracias.

Un honrado visitante y una pista para la UBA

Capano no conocía el país ni a sus académicos de cerca. Por eso, la distinción de la UBA lo tomó por sorpresa y le sumó orgullo. Dos décadas y media trabajando educación superior comparada lo acreditan en una casa de estudios que, recuerda, pesa en el continente por historia y por función social. Que el reconocimiento haya llegado en este momento, con los debates argentinos encendidos, le agrega lectura a su visita: formarse, profesionalizar, construir capacidad estatal. Lo mismo que reclama para la política, dicho desde una universidad pública.

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El hilo conductor

En su paso por Buenos Aires, Capano dejó una idea simple que atraviesa todo: los liderazgos pasan, los sistemas quedan. Si la política se ordena alrededor del enojo, las soluciones se encogen; si se ordena alrededor de capacidades —instituciones que funcionan, equipos que aprenden, políticas que se miden—, los márgenes se ensanchan. El periodismo gusta de las etiquetas, pero la vida pública, dice su experiencia, es menos ruidosa y más artesanal. Y en ese oficio, el Estado no es enemigo ni tótem: es la herramienta sin la cual la democracia no respira.

Epílogo sin estridencias

La foto del diploma suma al archivo. Lo más valioso, quizá, fue la escena alrededor: el aula atenta, las preguntas sin atajos, y esa sensación —difícil de objetivar, pero palpable— de que el visitante, al describir fallas ajenas, nos estaba sosteniendo un espejo. A veces hace falta que lo diga alguien de afuera para que acá, donde todo suena a pelea vieja, volvamos a mirar el tablero. No para rendirse a una receta, sino para recordar lo básico: sin Estado, no hay juego; sin política profesional, no hay jugada; sin mezcla, no hay resultado.

Facundo Samba
Facundo Samba
Facundo Samba es un escritor cuyos artículos destacan por su profundidad y compromiso. Tiene un máster en periodismo de investigación por la Universidad de Buenos Aires y le apasionan los temas políticos y económicos y las tendencias sociales. Antes de incorporarse a Radio Pública, Facundo trabajó como periodista freelance y colaboró con varias publicaciones internacionales, especialmente en temas relacionados con los derechos humanos y la justicia social.Su escritura crítica y analítica ofrece una visión clara de los problemas contemporáneos, lo que le convierte en un colaborador clave del equipo editorial. Sus escritos son muy apreciados por su capacidad para ofrecer nuevas perspectivas sobre cuestiones de alcance mundial.Para ponerse en contacto con él, envíe un correo electrónico a facundo.samba@laradiopublica.com.
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