La madrugada porteña, con sus persianas a medio cerrar y taxis buscando la última carrera, trajo un mensaje que encendió los teléfonos en el Gobierno. El embajador de Estados Unidos en Argentina, Peter Lamelas, publicó en X que “pronto” habrá “grandes noticias” para fortalecer la alianza económica entre ambos países. Lo acompañó con una frase grabada en su challenge coin, esa moneda ritual de los diplomáticos y militares: “Unidos en libertad, fuerza y prosperidad”. No fue un posteo más: llegó cuando el equipo de Javier Milei todavía desarma valijas tras la visita a la Casa Blanca y cuando en el mercado se preguntan cuánto de promesa se convertirá en regla concreta.
- Lamelas anticipó “grandes noticias” para la relación económica bilateral y ratificó confianza en el rumbo argentino.
- El embajador argentino en Washington, Alec Oxenford, negó condicionamientos o “cláusulas ocultas” y habló de novedades “en breve”.
- El entendimiento que se negocia incluye “ventajas comerciales” a cambio de un alineamiento con Washington, sin cortar con China, según el propio Milei.
- El objetivo: amortiguar el impacto de la guerra comercial reactivada por Trump, con aranceles al acero y aluminio que saltaron del 25% al 50%.
- Estados Unidos es el segundo socio comercial de la Argentina: en 2024 se exportaron US$ 6.400 millones, con foco en químicos, maquinaria, litio, carne, vinos y soja.
- El Gobierno evalúa una apertura recíproca con arancel cero para 50 productos y la opción de ampliar a 150 posiciones dentro del Mercosur.
Un guiño nocturno que ordena la escena
El texto de Lamelas fue breve, medido y quirúrgico. Además del eslogan de su moneda, dejó una definición que en Balcarce 50 anotaron con resaltador: “Confío en el futuro de nuestra amistad duradera y soy optimista de que Argentina está en el camino correcto como república democrática, de libre mercado y soberana”. El mensaje se leyó como respaldo al programa económico y a la estrategia diplomática de Milei, que busca anclar expectativas en dólares con acuerdos comerciales antes de que la política interna le imponga su propio calendario.
Washington habla en público, y niega en privado los fantasmas
En paralelo, el embajador argentino en Estados Unidos, Alec Oxenford, salió a despejar sospechas. Dijo que “no hubo condicionamientos ni acuerdos secretos” en el salvataje económico que se cocina con impulso de Trump. “El respaldo fue total, explícito y sólido”, sostuvo por radio, y aseguró que cualquier supuesto vínculo entre ese apoyo y el resultado de las legislativas fue “sacado de contexto”. Firmó un acuerdo de confidencialidad, por eso evitó entrar en detalles, pero dejó una definición que ordena la expectativa oficial: “Habrá novedades en breve”.
Aranceles al 50% y una economía real que espera oxígeno
El corazón de la discusión no es semántico: son los números de la guerra comercial que se reactivó desde Washington. El salto de los aranceles al acero y al aluminio, del 25% al 50%, repercute en Santa Fe y en la siderurgia bonaerense, pero también en una cadena que se traslada a maquinaria, autopartes y construcción. El Gobierno busca amortiguar ese golpe con “ventajas comerciales” que, según Milei, no obligan a distanciarse de China, aunque sí a un alineamiento explícito con la agenda estadounidense. El dato que miran en el Palacio de Hacienda: en 2024, las exportaciones a EE.UU. sumaron US$ 6.400 millones. Es el segundo socio de la Argentina, detrás de Brasil y por encima de China, con un intercambio atravesado por químicos, maquinaria, litio del NOA, carne, vinos y soja. Ahí está la caja de herramientas que se quiere abrir.
La letra que vendrá: 50 productos hoy, 150 mañana
Fuentes oficiales adelantan que la propuesta sobre la mesa incluye una apertura recíproca con arancel cero para 50 productos, y la chance de escalar a 150 posiciones arancelarias dentro del Mercosur. No es un detalle menor: cualquier movimiento requiere coordinación en el bloque, donde cada concesión se negocia línea por línea. De confirmarse, sería el acercamiento económico más importante con Estados Unidos en dos décadas. En términos políticos, el Gobierno lo lee como un ladrillo más para consolidar la “alianza estratégica” que Milei y Trump celebraron en Washington, esta vez con un componente tangible para la economía real.
Entre la promesa y el contrato
Hay un punto donde la diplomacia se vuelve contabilidad: cuánto bajan los aranceles, qué productos entran primero, cómo se protegen sectores sensibles y cuándo empieza a verse en precios y empleo. La madrugada dejó un guiño potente y la enunciación de un rumbo. Falta la pieza que, en la Argentina, siempre define el tono de la crónica: la letra escrita y el impacto medible en la línea de producción, del viñedo cuyano a la planta metalúrgica del cordón industrial. En ese umbral entre la promesa y el contrato, el país espera las “grandes noticias” que anunció el embajador. Y que, esta vez, no sean solo una moneda brillando en la oscuridad.
