Faltan pocos días para votar y el pulso del oficialismo no se toma en la Casa Rosada, sino en las escuelas del conurbano. En ese mapa áspero, La Matanza volvió a funcionar como barómetro: ahí, donde el peronismo resiste como un viejo tanque, la alianza entre La Libertad Avanza y el PRO se fisuró a cielo abierto. Amenazas cruzadas, peleas por la plata de la fiscalización y un gesto que no es menor: el macrismo decidió retirar 1.000 fiscales del operativo en el distrito más poblado del país.
- El PRO levantó 1.000 fiscales en La Matanza y trasladará estructura a otros municipios.
- El detonante: mensajes intimidantes al diputado Alejandro Finocchiaro, provenientes del entorno de un armador libertario local.
- LLA insiste con fiscalizar por su cuenta, sin coordinación con el aparato macrista.
- Mauricio Macri se mueve en paralelo: foto con candidatos del PRO y respaldo a Fernando de Andreis, sin compartir escena con LLA.
- En la boleta bonaerense, el PRO ubicó a Diego Santilli, Alejandro Finocchiaro y Florencia de Sensi entre los primeros doce; tras la salida de José Luis Espert, Santilli encabeza.
- La Matanza: el peronismo sacó 53% en septiembre, 28 puntos arriba de LLA, el doble de la brecha provincial.
Quién cuida la urna en el conurbano
En elecciones ajustadas, el control de mesa—ese trabajo paciente de revisar boletas, sellos y actas—vale más que un spot. En el PRO repiten que la discusión nunca fue abstracta: se trató de quién pone el cuerpo y cómo se paga ese despliegue el día D. La Libertad Avanza eligió caminar sola y hacerse cargo de la fiscalización en La Matanza sin sincronizar con la estructura macrista. La respuesta fue táctica y política: el macrismo retiró a sus 1.000 fiscales del distrito y reasignará la tropa a otros municipios donde, dicen, la coordinación sí existe.
No es el primer chispazo por el mismo tema. En septiembre ya había ruido por el reparto de fondos para fiscales, un rubro sensible en todas las fuerzas. Esta vez, el cortocircuito pegó en el lugar menos recomendable: en el corazón de un distrito en el que cualquier descuido se paga con miles de votos en el escrutinio provisorio y con caras largas en el definitivo.
La Matanza, tablero de pruebas
La Matanza tiene más electores que varias provincias. Ahí, el peronismo sacó 53% en septiembre y le sacó 28 puntos a LLA, una diferencia que duplica el promedio provincial. La ecuación es conocida: donde uno llega con militancia y logística aceitada, el otro llega con discurso y voluntad, pero sin tanta llave para abrir escuelas a las siete de la mañana. En campaña se disimula; en la noche de urnas, la falta de engranajes se vuelve visible en cada telegrama mal cargado, en cada mesa sin fiscal propio.
Amenazas que rompieron la tregua
El parte de guerra llegó con nombres y audios. El entorno de Alejandro Finocchiaro, referente del PRO en La Matanza y candidato a renovar, denunció una secuencia de mensajes intimidantes que atribuyen a la esposa de un operador libertario local, Luis “El Negro” Ontiveros. El contenido fue contundente: advertencias de que a Finocchiaro “se le terminaba la joda” y que nunca debió integrar las listas de La Libertad Avanza. En el equipo del exministro lo definieron como un límite imposible de tolerar. La conclusión fue inmediata: si no hay garantías mínimas ni orden interno, no van a convalidar un operativo improvisado.
En paralelo, en el macrismo cuentan que escucharon a los libertarios prometer que podían “arreglarse solos” con la fiscalización. Con ese dato sobre la mesa, el PRO optó por irse de La Matanza y reforzar en otros partidos del conurbano, donde un puñado de mesas puede torcer un diputado o abollar un relato de victoria.
Macri, a un costado pero en la foto
Mientras el oficialismo pelea por la llave de las urnas, Mauricio Macri afila un mensaje propio. Convocó a una foto con candidatos del PRO de la Ciudad y la Provincia sin invitados libertarios. La postal busca algo más que prolijidad estética: señalar autonomía y recordar que el PRO no se disuelve en la ola mileísta.
Macri ya había dado otra pista en la Ciudad, cuando salió a impulsar a Fernando de Andreis—su exsecretario general—en la lista compartida, pero sin nombrar al primer candidato, Alejandro Fargosi, más identificado con el sello libertario. En la Provincia, el reparto fue magro para el PRO: entre los doce primeros lugares, solo tres amarillos puros—Diego Santilli, Alejandro Finocchiaro y Florencia de Sensi. Tras la caída de José Luis Espert, envuelto en un escándalo judicial que lo vinculó con un empresario acusado por narcotráfico, la boleta quedó encabezada por Santilli, encargado de traducir el malestar en votos, sin perder la línea partidaria.

Un oficialismo con el aire espeso
La palabra que más se escucha en los pasillos amarillos es “desconfianza”. El PRO asegura que fue quien cargó con buena parte de la campaña en el territorio y que, a cambio, recibió reproches y desplantes. Del otro lado, en LLA relativizan los costos y apuestan a mostrar músculo propio: menos dependencia, más identidad. La ecuación, sin embargo, no cierra sin fiscales, sin autos para repartir viandas ni sin responsables de cierre de mesa que sepan leer un acta.
Domingo: algo más que votos
Lo que se juega el domingo no es solo la cantidad de bancas. También se mide quién controla la caja de herramientas del oficialismo: fiscalización, logística, relato de la noche, y la foto que queda del lunes. Si en La Matanza el PRO efectivamente levanta sus 1.000 fiscales y LLA va en soledad, el resultado será un termómetro de poder real en el conurbano. Más que un número, una relación de fuerzas: quién manda en el territorio, quién manda en la coalición y quién, cuando se apagan los micrófonos, cuenta los votos mesa por mesa sin que se le escape el lápiz.
