En Buenos Aires, con el almanaque marcando el 26 de octubre como una piedra a la vista, el clima político dejó de hablar de épicas y empezó a contar porotos. En las mesas chicas del oficialismo y la oposición, lo que vale no es un eslogan sino una calculadora. La batalla no es solo por el porcentaje, sino por el tercio que traba o habilita el movimiento en el Congreso. Y en ese tablero, La Libertad Avanza llega sin la espalda que tuvieron otros gobiernos en sus primeras legislativas.
- El umbral de referencia histórica para un gobierno con apoyo es cercano al 42%; hoy, los sondeos ubican al oficialismo por debajo de ese nivel.
- Con resultados flojos en las provincias recientes (salvo CABA), LLA apunta a rondar el 33% en Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, que concentran más de la mitad del padrón.
- En CABA y Mendoza, el oficialismo se movería alrededor del 50%, según encuestas.
- La Casa Rosada busca instalar que un 35% nacional, achicando la brecha en Buenos Aires y sumando bancas, sería un “triunfo”.
- El mercado solo prende las alarmas ante desvíos grandes; dentro de lo previsto, un punto más o menos no cambia el humor.
- La clave poscomicios: pactar mayorías como en la Ley Bases, o consolidar un tercio para frenar proyectos y apelar a DNU.
El porcentaje que vale en el Congreso
En las legislativas argentinas, el 42% funcionó históricamente como un piso simbólico para un oficialismo con buena salud electoral. En 2017, Cambiemos caminó esa marca y ordenó su agenda con mayor comodidad. Hoy, en cambio, las encuestas no le dan a LLA ese aire: el 40% asoma lejano y el oficialismo propone otra escala de éxito. Si lograra un 35% a nivel nacional —con una remontada en la provincia de Buenos Aires y un aumento “considerable” de legisladores—, dentro de su propio relato eso bastaría para cantar victoria. No es una métrica sentimental: es pura aritmética legislativa.
La aritmética provincial
Los números finos se juegan en tres gigantes electorales: Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe. Entre las tres suman el 54% del padrón y, según los sondeos más repetidos, LLA rondaría allí el 33%. En los distritos que siguen —la Ciudad de Buenos Aires y Mendoza— el oficialismo se mueve más cómodo, cerca del 50%. El antecedente inmediato de las elecciones provinciales, con derrotas en todos lados salvo en la CABA, no ayuda al impulso nacional. Esas placas tectónicas, si no se mueven, definen la densidad del bloque en Diputados y el humor de los gobernadores, siempre determinante para cualquier negociación posterior.
Mercado: menos épica, más previsibilidad
En la City no se discuten épicas sino el tamaño de las sorpresas. Un batacazo —a favor o en contra del oficialismo— sí movería precios. Si la elección cae dentro del corredor que se descuenta, un punto arriba o abajo, o un legislador más o menos, no cambia el foco: lo que se mira es si el Gobierno decide replicar el método que permitió la Ley Bases. En el último Coloquio de IDEA, industriales y empresarios bajaron línea sin rodeos: para avanzar en reformas hace falta construir mayorías, no solo titulares.
El tercio como estrategia
Por ahora, el mensaje del oficialismo discurre por otra vía. La meta declarada es alcanzar unos 85 diputados y 23 senadores, un tercio de cada cámara. Ese número tiene un poder concreto: con un tercio, el Ejecutivo puede sostener observaciones a proyectos y complicar cualquier intento de insistencia legislativa. La contracara es evidente. Apostar a ese tercio supone una estrategia defensiva: frenar iniciativas que vengan del Congreso y, en paralelo, recurrir a Decretos de Necesidad y Urgencia cuando la agenda propia no encuentre votos.
La elección dirá si ese dique alcanza. El 26 de octubre no solo se contarán boletas; se testeará si el Gobierno elige agrandar su base a fuerza de acuerdos o si consolida un tercio que resiste, pero no construye. Porque, al final, el porcentaje que se festeja en la noche del escrutinio importa menos que la música que quede sonando al día siguiente en el Congreso.
