Domingo al mediodía, Ituzaingó Centro. En El Jardín, sobre Juncal 121, las bateas vuelven a abrirse como ventanas a otras épocas. La House Feria llega otra vez al Oeste con su ritual sencillo y contundente: vinilos, cassettes y CDs para comprar, vender o canjear, pero también para escuchar con las manos, oler el cartón, volver a nombrar discos que alguna vez sonaron en la casa de alguien. Hay quien busca una edición puntual; hay quien sólo cae a ver qué le encuentra a él la música.
- Fecha y hora: domingo 2 de noviembre, desde las 12.
- Lugar: El Jardín, Juncal 121, Ituzaingó Centro.
- Entrada: libre y gratuita.
- Qué habrá: vinilos, cassettes, CDs, merchandising y accesorios.
- Modalidad: compra, venta e intercambio entre feriantes y público.
- Ambiente: comida, birra fría y música en vivo/curada, según adelantaron.
Una feria que arma comunidad
Hace años que La House recorre puntos de CABA, el conurbano y el interior bonaerense. No es sólo un calendario: es una comunidad que espera cada anuncio en redes, marca la fecha y se acerca, sea donde sea, como quien se junta con amigos que todavía no conoce. En cada parada, la escena se repite con variaciones locales: puestitos, charlas al pie de las bandejas y esa paciencia feliz de revolver sin apuro, sabiendo que la sorpresa puede estar en el próximo lomo gastado.
Más que discos
Los organizadores lo dicen sin vueltas: La House ofrece algo más que soportes físicos. La experiencia es sensorial y celebra lo tangible, ese valor que perdieron los archivos cuando se volvieron invisibles dentro del celular. Un vinilo pesando en la mano, un cassette con calcomanías de otra época, un librito de CD con letras subrayadas: objetos que traen de regreso pequeñas escenas del uso cotidiano de hace no tanto.
Ituzaingó, edición mediodía
En esta escala, la feria vuelve a Ituzaingó con un menú clásico y efectivo. Desde las 12, en El Jardín, la entrada será libre y gratuita. Entre los stands habrá primeras ediciones y reediciones recientes, rarezas y hallazgos accesibles, merchandising para completar la colección y accesorios para poner a punto bandejas o walkmans que siguen dando pelea. La invitación corre para coleccionistas metódicos y para curiosos que buscan su primer disco o quieren rescatar ese álbum que marcó la adolescencia.
Como resumen de época y de feria, desde la organización insisten con una promesa que suele cumplirse: acercarte y encontrar “esas joyitas que no sabías que buscabas”. Los anfitriones hablan de una “combinación perfecta” de comida rica, birra fría y música bien puesta. No hace falta mucho más: mesas, sombra y el runrún amable de quienes se pasan datos, recomiendan ediciones o se tientan con un canje.
La House eligió Ituzaingó otra vez porque acá el formato físico todavía genera conversación. Es una escena chica pero firme, sostenida por sellos, disquerías de barrio y melómanos que comparten sin mezquindad. Si el algoritmo es un túnel, la feria es una plaza: se llega, se mira alrededor, se charla y, con un poco de fortuna, uno se va con un disco bajo el brazo y una historia nueva para contar.
