Faltan cuatro días para que se abran las urnas legislativas y, en el conurbano, el verano empezó a instalarse antes que el calor. Axel Kicillof eligió la radio para martillar esa idea: que lo que venga después del domingo será un tiempo áspero, con la economía apretada y la gente haciendo cuentas. En Delta FM, el gobernador bonaerense cargó otra vez contra Javier Milei, habló de “motosierra profunda” poscomicios y usó una imagen que se le pega a la memoria: “dos años cruzando el desierto” con “anchoas” como consuelo. Detrás de la metáfora, un mensaje dirigido a la heladera, a la góndola y al reloj de trabajo.
- Aviso de recortes: Kicillof afirmó que, tras las elecciones, el Gobierno aplicará una “motosierra profunda”.
- Economía y deuda: cuestionó que el Ministerio de Economía “funcione como una mesa de dinero” y advirtió sobre el acuerdo con Estados Unidos: “el Tesoro no es beneficencia”.
- Carne y señales externas: vinculó declaraciones de Donald Trump con una suba del 8% en carnicerías y criticó las idas y vueltas por la aftosa.
- Reforma laboral: según Kicillof, el proyecto oficial “quita derechos básicos” y habilita “jornadas de 13 horas” con menor cobertura ante despidos.
- Informalidad y reparto de costos: recordó que “el 40% trabaja en negro” y acusó al Gobierno de “quitarles derechos a quienes aún los conservan”.
- Choque político: apuntó a Francos, Bullrich, Caputo y Macri; defendió su gestión y el desdoblamiento electoral tras el triunfo peronista de septiembre.
El cuadro de situación que describe Kicillof es seco: industria frenada, consumo flaco y una temporada veraniega que preocupa más por los bolsillos que por las reservas de hotel. En la provincia que concentra cerca de un tercio del padrón, el verano suele ordenar humores: la factura de la leche, el precio del asado, las changas que aparecen o se evaporan. Por eso el gesto de anticipar “motosierra” busca fijar un escenario para el día después.
En ese marco, el gobernador no se quedó en las categorías técnicas. Apuntó al corazón del diseño económico: “El Ministerio de Economía se convirtió en una mesa de dinero”, dijo, con la crítica clásica a la timba y la distancia con la canasta básica. Y, mirando al norte, advirtió que “el Tesoro de Estados Unidos no es una asociación de beneficencia”, en alusión al entendimiento que el oficialismo nacional presenta como respaldo externo. La traducción política es sencilla: menos épica financiera y más precios de almacén.
Hubo un capítulo aparte para la carne, ese termómetro doméstico que hace y deshace sobremesas. Kicillof ligó la frase de Donald Trump —“vamos a comprar carne argentina”— con una suba inmediata en mostradores, que, según afirmó, llegó al 8%. Después, recordó, un funcionario de Washington desmintió la compra por la aftosa. “Doble desgracia”, sintetizó: sube cuando anuncian, no baja cuando corrigen. Una ironía que no necesita adjetivos: alcanza con mirar pizarras de carnicería.
Donde el gobernador subió el tono fue en la reforma laboral que el Gobierno dice tener lista para después de los comicios. Según su descripción, el proyecto recorta derechos elementales —vacaciones, aguinaldo— y habilita jornadas de hasta 13 horas con menor amparo ante despidos. En un país con cuatro de cada diez trabajadores en la informalidad, su lectura es que, en vez de ampliar derechos a quienes no los tienen, el oficialismo “se los saca a los que todavía los conservan”. Es el centro de su disputa: el costo del ajuste y quién lo paga.
La pulseada no es solo económica. Kicillof también le puso nombres y metáforas a sus críticas. Señaló a Guillermo Francos, Patricia Bullrich y Luis Caputo como funcionarios que “se enriquecieron dentro del Estado”, y cerró con una chicana zoológica a la que ya le encontró ritmo: “La leona, el león y el gato: venimos en un camino de felinos poco eficaces”, dijo, con destino a Bullrich, Milei y Mauricio Macri. Una línea que condensa su estrategia: personalizar responsabilidades sin abandonar el terreno material.
Al final, el gobernador defendió su propia hoja de ruta, incluido el desdoblamiento electoral bonaerense. “No mentimos, no insultamos, no hacemos papelones. Mejor que decir es hacer”, sostuvo, para luego recordar el resultado de septiembre: el peronismo ganó cuando las encuestas lo daban perdedor. “La sociedad valoró a un gobierno con limitaciones, pero presente”, remató, otra vez con la vista puesta en la semana que empieza el lunes.
La campaña se decide, como casi siempre, en la heladera y en la libreta de horarios. Kicillof eligió poner el verano arriba de la mesa: calor, tiempo libre que no sobra y cuentas que no cierran. Del otro lado, Milei apuesta a que la paciencia por los “costos de transición” aguante un poco más. En el medio, una provincia que escucha promesas con el oído pegado al precio de la leche y a la duración real de la jornada. El desierto, las anchoas y los felinos son figuras; lo que pesa, al final, es el ticket de la compra.
