Mar del Plata amaneció con bruma de mar y camisetas de todas partes. Tras el acto protocolar del lunes 13 de octubre, las finales de la 34ª edición de los Juegos Bonaerenses arrancaron en serio: concentración, técnica y paciencia, esa triada que sostiene a cualquier delegación cuando ya no quedan excusas. Para Ituzaingó, el despegue se hizo esperar un día; llegó el miércoles, cuando la tabla comenzó a moverse y las primeras medallas se colgaron como pequeños soles sobre pechos jóvenes.
- Se puso en marcha la fase final de los Juegos Bonaerenses en Mar del Plata, tras la apertura del lunes 13/10.
- Participan más de 30.000 finalistas de toda la provincia, sobre 480.000 inscriptos.
- Ituzaingó sumó 4 medallas (2 de oro y 2 de bronce) y trepó al puesto 39 del medallero.
- Entre los diez primeros: Almirante Brown, Lomas de Zamora, General Pueyrredon, La Matanza, Florencio Varela, Merlo, Moreno, La Plata, Pehuajó y Berazategui.
- Oros: Sofía Alonso (patín, sub 16 Tercera C, Cenared) y Julieta Randazzo (patín, sub 13 Iniciación A).
- Bronces: posta mixta +12 libre intelectual B de la Escuela Nº 501 (Gazzano, Papalia, Esposito, Gómez y Naranjo) y Rocío Durruty (salto en alto, sub 14, Colegio Ryan).
Un arranque multitudinario
Como marca la costumbre, Mar del Plata volvió a ser sede de una final que ya es parte del calendario cultural y deportivo bonaerense. El dato duro impresiona: más de 30.000 finalistas surgidos de un universo de más de 480.000 inscriptos. Pero detrás de la cifra aparece la idea madre de estos Juegos: tejer identidad provincial, poner en diálogo a los municipios en un mismo patio, con deportes y expresiones culturales conviviendo sin necesidad de micrófonos ni discursos largos.
La delegación de Ituzaingó llegó con esa mezcla de vértigo y expectativa que traen los que compiten por primera vez y los que ya aprendieron a manejar los nervios. Juventud y tercera edad, todos bajo una misma bandera. El primer día dejó más enseñanzas que resultados; el segundo, en cambio, empezó a mostrar lo acumulado en los entrenamientos.
Ituzaingó se mete en la conversación
Con el correr del miércoles, Ituzaingó encontró su ritmo y sumó preseas que valieron un salto en la clasificación. El medallero, por ahora dominado por Almirante Brown, Lomas de Zamora, General Pueyrredon, La Matanza, Florencio Varela, Merlo, Moreno, La Plata, Pehuajó y Berazategui, ubica al distrito del Oeste en el puesto 39. No es menor: quedó por encima de Chascomús, Navarro, Rauch, Maipú y Malvinas Argentinas. Un mensaje claro en una competencia donde cada punto cuesta concentración y calma.
Nombres propios y medallas
La primera dorada llegó con estilo y precisión. Sofía Alonso, patinadora sub 16 Tercera C del Cenared, se plantó en el suelo marplatense como si patinara en casa. Oro al cuello y un abrazo que demoró más que la rutina.
El segundo podio, de bronce, tuvo sello colectivo y una mística que suele nacer en los pasillos de las escuelas. La posta mixta +12 libre intelectual B de la Escuela Nº 501—integrada por Agustín Gazzano, Jazmín Papalia, Ramiro Esposito, Abril Gómez y Tatiana Naranjo—metió tercero y dejó una estela de festejo prolijo, de esos que dicen “vamos por más” sin gritos de más.
Las últimas dos medallas del día también contaron historias distintas. En atletismo, Rocío Durruty (sub 14, Colegio Ryan) se subió al bronce en salto en alto, una disciplina que pide cabeza fría y una carrera justa antes del impulso. Y en patín, la dorada de Julieta Randazzo (sub 13 Iniciación A) cerró la tarde con otro guiño para Ituzaingó y el Cenared. Desde la Dirección General de Deportes y Recreación municipal soltaron la alegría en comunicados cortos, de esos que se escriben rápido porque el próximo compromiso ya pide atención.
Lo que falta y lo que queda
La final bonaerense se estira todavía unos días más en La Feliz, donde el viento del Atlántico refresca y obliga a la campera al atardecer. A Ituzaingó le queda camino por recorrer, pero la brújula apunta bien: competir, sumar y estar en la foto sin perder de vista lo esencial. Porque detrás de cada medalla hay un entrenamiento en una plaza, un club de barrio que aguanta la luz encendida y un municipio que empuja. Ahí, en esa trama, se entienden mejor los números del medallero y el brillo, breve pero intenso, de los podios.
