Viernes a la tarde, Ituzaingó respiraba denso. Frente al móvil de un stream local, un vecino lo soltó sin vueltas: que sí, estamos mal, pero peor sería ver el dólar en dos mil el lunes. Esa sensación de borde —como cuando una baranda vibra y uno prefiere no asomarse— se esparció en los días previos. El domingo, en las urnas, se hizo número. En este municipio, una corriente violeta salió a escena no para ganar, sino para sostener. “Salvar al Gobierno y darle otra chance”, dirían si tuvieran vocero. Y, a su manera, eso pasó.
Puntos clave
- Entre el 7 de septiembre y el 26 de octubre, La Libertad Avanza sumó unos 6.200 votos en el distrito.
- Fuerza Patria perdió aproximadamente 900 sufragios, atribuibles al padrón de extranjeros que no pudo votar en la elección de octubre.
- La participación subió del 65,27% al 71,54%: cerca de 8.500 personas que no habían ido en septiembre, sí lo hicieron en octubre.
- De ese nuevo contingente, alrededor del 75% optó por los libertarios.
- El peronismo retuvo prácticamente el mismo caudal de votos; la baja en porcentaje obedece a la suba de participación y a la casi ausencia de blancos y nulos.
De dónde salieron esos votos
La comparación simple entre ambas fechas alcanza para trazar el mapa. Sumando los tres circuitos electorales del municipio, el peronismo —bajo el sello Fuerza Patria— quedó con cifras muy similares a las de septiembre, aunque con una caída de 900 sufragios que se explica por el padrón de extranjeros, habilitado en una elección y excluido en la otra. La Libertad Avanza, en cambio, pegó un salto de 6.200 votos. La pregunta obvia es quiénes son y de dónde aparecieron.
La clave está en la participación. En septiembre votó el 65,27% del padrón; en octubre, el 71,54%. Traducido: unas 8.500 personas que habían preferido quedarse en casa en la primera vuelta, se acercaron a la urna en la segunda. De ese grupo, tres de cada cuatro eligieron la boleta violeta. En septiembre castigaron con la abstención; en octubre, con el voto, salieron a apuntalar al oficialismo nacional. El peronismo local, mientras tanto, se mantuvo casi clavado en su techo.
El miedo como motor
En el conurbano oeste, el humor social se mide en la cola del súper y en la parada del 269. La imagen de un país al borde del desgarro económico les habló al oído a los independientes y a los antiperonistas: una cosa es marcarle la cancha al Gobierno por cómo están las cosas, y otra muy distinta es empujar el dominó. Sin una propuesta del otro lado que prometiera un camino distinto —no sólo un cambio de nombres—, la prudencia ganó por cansancio. Ese voto no fue enamorado; fue un voto que cerró los ojos y apretó fuerte el sobre.
Los números detrás del porcentaje
El baile de los porcentajes engaña si no se mira el detalle. En septiembre, el espacio peronista rondó el 47%; en octubre, quedó cerca del 42%. No lo bajó una fuga masiva, sino la matemática: con más participación y menos votos en blanco o nulos, la torta se agrandó y su porción, sin crecer, se achicó en relación. En paralelo, el caudal libertario se alimentó de ese electorado que había decidido esperar y volvió a la cancha cuando el discurso del abismo tomó volumen.
Tres circuitos, una misma corriente
No hubo un barrio milagroso. En los tres circuitos del municipio se repitió el patrón: estabilidad peronista en bruto, caída técnica por porcentaje, y un crecimiento libertario que se explica por el regreso de los que no habían ido. El cálculo es lineal y a la vez contundente: el “voto que vuelve” fue, en un 75%, un voto que eligió continuidad antes que salto al vacío.
En síntesis, las urnas de octubre no contaron una conversión masiva, sino un regreso táctico. Un electorado que había mandado mensaje en septiembre retornó con otro mensaje: todavía no es momento de patear la mesa. Será una tregua breve o un puente a otra cosa, lo dirán los precios y la calle. Por ahora, en este municipio, la marea violeta no ganó, pero hizo exactamente lo que se propuso: sostuvo.
