Primavera corta y nerviosa en Buenos Aires. Entre banderas violetas, carteles nuevos y promesas viejas, el gobierno busca más de 40% en la legislativa nacional y habla de “pintar el país” con su color. Viene de retener la Ciudad en mayo y, según los sondeos que circulan por Casa Rosada y despachos vecinos, conserva un piso de aprobación cerca de la mitad del electorado. La economía exhibe, con balbuceos, algunos números que ordenan: la inflación afloja de mes a mes, la pobreza cede unos puntos, el dólar, salvo sacudones, se mantiene a raya. En paralelo, la justicia nacional ordenó la detención de Cristina Kirchner, un coletazo que reconfiguró alianzas y silencios en plena campaña. Todo junto, todo al mismo tiempo: la especialidad de la casa.
- El oficialismo apuesta a superar el 40% nacional y consolidar la victoria porteña de mayo, con encuestas que le otorgan cerca del 50% de aprobación.
- El andamiaje legal por decreto resiste en tribunales y en el Congreso, aunque el Senado rechazó varios vetos del Presidente.
- La economía mostró respiro: baja de inflación y pobreza, dólar estable con sobresaltos; el 19 de septiembre tocó los $1.500.
- Washington prometió asistencia y el mercado rebotó; luego se aceleró la ayuda y hubo intervención en el frente cambiario.
- Se estrena la boleta única a nivel nacional: una novedad que introduce incertidumbre operacional y política.
- El tablero político se movió con renuncias, internas y un caso judicial de alto voltaje: orden de detención para Cristina Kirchner.
De la promesa al mapa partido
El Gobierno eligió un relato de expectativas: más de 40% a nivel nacional, “pintar el país de violeta”, continuidad de un plan económico que, aseguran, empezó a dar señales. En el centro de esa apuesta aparece un mapa electoral sin una oposición nítida y con el conurbano bonaerense como territorio a disputar. La foto de mayo en la Ciudad les dio envión; la geografía que importa ahora es otra, más áspera: la provincia de Buenos Aires, el interior productivo, las capitales que cambian de humor con el dólar blue y la nafta.
Federalismo áspero: Corrientes y Buenos Aires marcan límites
El 1° de julio, Corrientes cerró listas sin acuerdo entre el gobernador Gustavo Valdés y La Libertad Avanza. Fue el primer anticipo de que el federalismo, cuando se pone de punta, no cede fácil. En la fecha patria, el 9 de julio, el acto oficial se cayó por la ausencia de gobernadores. Y el 20 de julio, al cerrar listas en la provincia de Buenos Aires, afloró el ruido interno oficialista: tensiones por candidaturas, territorios y control de la campaña.
Septiembre terminó de ordenar ese pulso: el 1° ganó Valdés con el 52% y LLA quedó en 8%, diferencia que habló sola. Días más tarde, el 4, el Presidente pronosticó “empate técnico” en Buenos Aires, pero el 7 el gobierno de Axel Kicillof se impuso por 15 puntos. La Provincia volvió a recordarle al poder central que su termómetro no siempre acompaña los promedios nacionales.
Los pasillos del Congreso: vetos cruzados y caja universitaria
Mientras tanto, el Congreso dibujó otro frente. El 7 de agosto, los bloques opositores aprobaron el financiamiento universitario, un gesto que mezcló calle, autonomía y caja. El 22 del mismo mes, el Senado rechazó cinco vetos del Presidente; y el 18 de septiembre hubo más rechazos en el recinto. El oficialismo, que sostiene por decreto un paquete legal amplio desde el inicio del mandato, impidió avances importantes de la oposición, pero empezó a sentir que los resortes institucionales tienen retorno elástico.
La agenda legislativa convivió con episodios que pegaron en la imagen: el 20 de agosto renunció el titular de la agencia de discapacidad tras filtraciones de audios por presuntas coimas; al día siguiente cayó detenido el dueño de un laboratorio acusado de distribuir fentanilo contaminado. Dos golpes que mostraron la vulnerabilidad del Estado en áreas sensibles.
Los sobresaltos: dólar, retenciones y tutores externos
La economía, que venía con disciplina quirúrgica, tuvo su propio vértigo. El 19 de septiembre el dólar tocó los $1.500. Tres días después el Gobierno anunció el fin de las retenciones al agro; el 23, Estados Unidos prometió auxilio y los mercados rebotaron; el 25, sin pausa, se reimpusieron las retenciones y, en paralelo, Washington comprometió US$20.000 millones para fortalecer reservas. En octubre, la asistencia se aceleró y hubo intervención en el mercado local. La cuerda se tensa, se afloja, y así.
En medio de esa danza, el 10 de octubre llegó el movimiento más simbólico: JP Morgan organizó un cóctel en el Teatro Colón con Jamie Dimon a la cabeza, Tony Blair, Condoleezza Rice y el establishment nacional en primera fila. La postal fue clara: los grandes jugadores internacionales vuelven a mirar a la Argentina, pero con calculadora en mano.
Campaña en clave de riesgo: internas, justicia y señales mixtas
El 14 de octubre, la justicia electoral rechazó la reimpresión de boletas; una semana antes había renunciado José Luis Espert como candidato de LLA; el 21, el Presidente suspendió su viaje a los actos de cierre en Buenos Aires; y el 22, el canciller Gerardo Werthein dejó el cargo. Son piezas sueltas de un rompecabezas que, cada tanto, se reacomoda solo.
La política exterior agregó su dosis de volatilidad: el 15 de octubre, en una bilateral, el presidente Trump condicionó su apoyo a un triunfo del oficialismo. Acciones y bonos lo sintieron al instante. La dependencia del humor externo quedó a la vista, como en otras etapas del país: cuando la brújula se presta desde afuera, cualquier soplido se nota.
El capítulo judicial sumó temperatura: la orden de detención contra Cristina Kirchner marchó en paralelo a la campaña. La medida, de impacto histórico, avivó cortocircuitos entre tribus opositoras y obligó al oficialismo a cuidar el tono. En un país donde justicia y política se cruzan en cada esquina, el efecto se mide más en silencios que en gritos.
Boleta única: una novedad que cambia el gesto en el cuarto oscuro
Este domingo el país estrena boleta única. Lo que en provincias como Córdoba o Santa Fe ya es práctica, ahora llega a escala nacional. Se discutió si favorece al oficialismo o a la oposición, si simplifica o confunde; por ahora, sobran hipótesis y faltan certezas. El cambio no es menor: se altera el ritual del voto, ese minuto que condensa meses de campaña. Habrá fiscalización más técnica, logística distinta y, probablemente, sorpresas en el escrutinio provisorio.
Lo que dejan cuatro meses a fondo
Desde el 1° de julio hasta acá pasó de todo: cierres de listas cruzados, un acto patrio frustrado por ausencias, victorias y derrotas provinciales, choques legislativos, renuncias, un caso sanitario de alto impacto, el dólar en modo sierra, idas y vueltas con retenciones, promesas de dólares frescos desde Washington, y una elite global brindando en el Colón. Vivir en Argentina, como se dice sin grandilocuencia, es un deporte de resistencia.
Con ese telón de fondo, los titulares de la semana se reparten entre bosquejos de nuevos gabinetes, cómo se contarán los votos del domingo y si alcanza el combustible para sostener el plan económico. La respuesta, por ahora, es modesta: no habrá ganadores redondos. Se baraja y se reparte otra vez. Algunos quedarán un poco mejor, otros, mucho más lejos. Pero un liderazgo opositor, claro y ordenado, no parece a la vuelta de la esquina.
La campaña se termina, sí. El viaje, no. Mejor no aflojarse el cinturón: la curva que viene es larga y todavía de noche.

