Ocurrió en horario central y con la calma impostada de los anuncios grandes. En A24, Javier Milei instaló la idea que recorre despachos y grupos de WhatsApp empresariales: Estados Unidos abriría una ventanita arancelaria para productos argentinos, dentro de un paquete mayor de cooperación política y económica. El Presidente lo enmarca en un alineamiento “incondicional” con la administración de Donald Trump y lo vende con una promesa simple: si la geopolítica acompaña, algunos sectores de la economía real podrían respirar.
- La Casa Rosada negocia ventajas comerciales con Estados Unidos, ligadas a un pacto político más amplio.
- El Gobierno plantea que no habrá ruptura con China, aunque se acerca sin matices a Washington.
- El capítulo arancelario incluiría acero, aluminio y alimentos, con intención de avanzar hacia un TLC.
- Estados Unidos pide levantar trabas sanitarias y paraarancelarias y reforzar la propiedad intelectual.
- El eventual financiamiento norteamericano se usaría para afrontar vencimientos de deuda en 2026.
- En 2024, EE.UU. fue el segundo destino de exportaciones argentinas por US$ 6.400 millones.
Una apuesta política con costo y premio
El mensaje presidencial fue nítido en la parte política: “aliado incondicional” de Washington mientras dure su gestión. En los pasillos oficiales repiten que el acercamiento no implica cortar amarras con Beijing, rival estratégico de Estados Unidos. Milei buscó despejar fantasmas: no hubo conversaciones sobre bases militares ni puertos. La jugada, aseguran, es geopolítica y comercial, no militar.
El Gobierno se entusiasma con un principio de reciprocidad: concesiones arancelarias a cambio de sintonía. El Presidente lo sintetizó con un “ganan las dos partes”, y ató el eventual apoyo financiero a un objetivo prosaico: pagar vencimientos en 2026. Es la economía y es el calendario.
Aranceles: qué podría cambiar en la calle
La negociación en marcha coloca sobre la mesa acero, aluminio y alimentos, un triángulo que toca fábricas sobre el Paraná, frigoríficos del interior y economías regionales. Si la rebaja se concreta, el puente comercial con Estados Unidos podría darle un envión a industrias que vienen lidiando con costos altos y demanda irregular. En aluminio y acero, además, hay un dato incómodo: durante la guerra comercial iniciada por Trump, los aranceles que golpean a la producción argentina saltaron del 25% al 50% y afectaron cerca de la mitad de las ventas del rubro. El objetivo oficial es dar vuelta esa página.
Alimentos también asoma como un frente sensible. Entre los envíos actuales se cuentan carnes, vinos, camarones y derivados de la soja. Cualquier alivio arancelario ahí se traduce rápido en camiones, empleo y caja para provincias exportadoras.
Mercosur, patentes y la letra chica
Hay, sin embargo, condiciones que no se negocian de oído. Washington pide desarmar barreras sanitarias, fitosanitarias y paraarancelarias que traban la entrada de productos, y endurecer la protección de la propiedad intelectual, con especial énfasis en el sector farmacéutico. Son exigencias que atraviesan Ministerios y abren discusiones internas: cuánto se cede en regulaciones y patentes a cambio de permisos de entrada.
Por el lado regional, Buenos Aires ya había conseguido el aval del Mercosur para aplicar arancel cero y de forma recíproca a 50 productos, con la posibilidad de ampliar a 150 posiciones con Estados Unidos. Eso no es todavía un tratado de libre comercio, pero funciona como preludio: una “preliminar” que testea si ambos lados quieren avanzar en serio.
Minerales críticos: el tablero grande
En el telón de fondo se mueve la competencia por recursos estratégicos. Trump empuja reducir la dependencia de China y mira con atención minerales críticos, energía nuclear y tecnologías 5G/WiFi 6. En ese mapa, Argentina aparece como proveedor potencial de litio, uranio y tierras raras. No es un secreto: el norte grande y la Patagonia vienen sonando en oficinas donde se cruzan diplomacia y negocios.
El exministro de Producción Dante Sica leyó el giro como parte de un reposicionamiento global: incluso un “mini TLC” o un acuerdo de aranceles recíprocos sería relevante para Estados Unidos. Más que desplazar a China, anticipa una ola de inversiones norteamericanas en energía y minería. Es el tipo de capital que cambia comarcas: rutas, trenes, campamentos, oficinas técnicas. Y también tensiones con comunidades y regulaciones ambientales, debates que acá no están saldados.
Exportaciones, deuda y el termómetro local
La foto comercial actual muestra a Estados Unidos como segundo destino de exportaciones argentinas en 2024, con compras por US$ 6.400 millones, detrás de Brasil y por encima de China. El listado de envíos –petróleo, oro, litio, químicos, carnes, vinos, camarones, soja– habla de una canasta diversificada pero sujeta a vaivenes externos.
En el frente macro, la promesa oficial es pragmática: cualquier dólar fresco que llegue por financiamiento irá a cubrir deuda, con la mirada puesta en 2026. El Gobierno repite que la inflación afloja, la pobreza cede y el riesgo país baja. El mercado pide ver continuidad; la política, garantías de que el rumbo no dependa solo del humor de Washington.
China no se va, pero mira
Beijing reaccionó en su terreno: anunció controles más estrictos a la salida de tierras raras, insumo clave para tecnologías de punta. Estados Unidos, previsiblemente, quiere asegurarse suministros de aliados. Argentina insiste en que no cortará con China, uno de sus principales socios. La diplomacia, en los hechos, será un ejercicio de equilibrio: abrir puertas en Washington sin cerrar ventanas en Beijing.
Lo que falta decir
En Balcarce 50 piden paciencia: hay “un montón de cosas” en trámite y nada se anuncia hasta “ponerle el moño”. En lenguaje llano: falta la letra chica, los plazos y las listas precisas de productos. Las provincias y los sindicatos miran con la calculadora en la mano. Si el acuerdo baja de la cumbre geopolítica a la línea de producción, ahí se medirá el éxito. Si queda en fotos y guiños, volverá el escepticismo. En un país acostumbrado a promesas de apertura que se diluyen, la noticia no es la voluntad: es el impacto. Y ese, por ahora, está por verse.
