En Buenos Aires, cuando el ruido político se vuelve sordo y las persianas del mercado ya están bajas, un dato ordena la semana: hay un plan financiero que sostiene el tipo de cambio y una carrera electoral que ajusta su paso al ritmo de las tasas. En el último episodio que circuló por despachos y grupos de WhatsApp, se dijo sin vueltas: sin el “plan Bessent” la economía habría chocado contra una devaluación o una flotación forzada. Ahí está el eje: la política argentina camina hoy sobre una tabla prestada, mientras define con cuántos votos entra al próximo Congreso.
Puntos clave
- El “plan Bessent” opera como sustituto de reservas y, en los hechos, de la dolarización prometida.
- La actividad está planchada: la expectativa de devaluación empujó tasas más altas y enfrió sectores específicos.
- La elección se juega provincia por provincia: lo que vale son las bancas, no el porcentaje nacional.
- La diferencia bonaerense es decisiva: un margen de dos dígitos del peronismo complica la aritmética nacional del oficialismo.
- Hay tres rutas posibles para el nuevo Congreso: “todo violeta”, “tercio protector” o “acuerdos para reformar”.
- Los mercados miran un número: si el porcentaje oficialista arranca con “2” o con “4”, cambia el humor del lunes.
El ancla prestada: Bessent como sustituto
Scott Bessent, inversor con buenos puentes en Wall Street, se volvió un nombre propio en el oficialismo por razones prácticas: su esquema funciona como red de contención para el Banco Central, un seguro en tiempos flacos. El comentario que sobrevoló el episodio fue seco: sin ese respaldo, el Gobierno habría tenido que resignar el objetivo cambiario. Traducción de sobremesa: más devaluación o flotación. La economía argentina, habituada al alto voltaje, encontró en ese paquete un ancla que no son reservas propias. Es, en términos simples, la dolarización que no fue, reemplazada por una espalda financiera con fecha de vencimiento político.
El costado ideológico deja un guiño. Quien se define anti-Estado acepta la lógica del rescate: que el Estado (local o extranjero, da igual el uniforme) amortigüe el salto. Es un pragmatismo sin romanticismo. En la sintonía con el universo Trump, el mecanismo luce más “trumpista” que libertario: estabilizar hoy para pelear mañana.
Economía real: tasas altas, motores fríos
Mientras el esquema financiero sostiene el tipo de cambio, la economía camina con el freno de mano. La expectativa de un salto cambiario encareció el peso: subieron las tasas y, con ellas, se apagaron algunos motores. Construcción, comercio y pymes sintieron el golpe más fuerte; energía y agro aguantan por inercia y calendario. No todo cae igual y eso, en años electorales, se traduce en geografía. Donde predominan servicios y empleo público el parate duele distinto que en las zonas sojeras o extractivas. Un país que siempre fue un mosaico ahora muestra, además, contrastes de temperatura.
El mapa que importa: bancas, no porcentajes
La advertencia fue clara: no miren el número nacional, miren provincia por provincia. Argentina decide el poder real con el reparto de bancas; el resto es relato de madrugada. Por eso, los operadores siguen con lupa los distritos grandes y los cierres chicos. El conurbano bonaerense, ese termómetro que no falla, condensa expectativas y miedos. Si el peronismo vuelve a sacar una ventaja de alrededor de 14 puntos en Buenos Aires, el Gobierno arranca abajo a nivel nacional por pura matemática. Y remontar cinco puntos cuando en el resto hay triple empate es remar contra corriente y sin viento a favor.
Lo que se escucha en pasillos y cafés del conurbano es que el oficialismo repuntó tras el tropezón provincial del mes pasado. Razones hay varias y terrenales: intendentes peronistas que no arriesgan de más, una oposición que elige no interrumpir al Gobierno cuando se equivoca y, al mismo tiempo, una Libertad Avanza que ordenó algo del frente económico y del discurso electoral. Nada épico; apenas administración de daños.
Después del 10 de diciembre: tres rutas para el Congreso
La política se juega en el recinto. Ahí aparecen tres guiones posibles. El primero, “Karina”: todo violeta, identidad pura, choque frontal. Con menos de un tercio en ambas Cámaras, alcanza para sobrevivir en redes, no para gobernar por ley. El segundo, “Javier”: asegurar el tercio. Con ese piso se blindan decretos y vetos, se esquiva un juicio político y se gana margen de maniobra. Es el escenario del dique de contención. El tercero, “Santiago Caputo”: construir mayorías para sacar reformas. Eso no sale con épica ni con consignas: se teje con los que están enfrente. Requiere conceder, compartir autoría y aceptar costos. Es, probablemente, el único camino si el objetivo es reformar en serio y no administrar la coyuntura.
Un veterano del Congreso lo resume con una frase que también flotó en el episodio: más que cuántas bancas saque cada sello, lo que vale es cómo se van a comportar después. La disciplina, el quórum y el botón a la hora de votar valen más que el discurso de campaña. El resto son fotos para la historia.
Mercados, ese reloj descompasado
La reacción financiera llega antes que los análisis políticos. Hay un umbral que todos repiten: si el porcentaje del oficialismo “arranca con 2”, el lunes la city se pone a la defensiva; si “arranca con 4”, a las tres de la mañana ya habrá terminales encendidas y órdenes de compra tímidas. No es ciencia exacta, apenas un termómetro de ánimo. Pero en un país que vive de señales, ese número cambia el clima y, de rebote, el margen del Gobierno para moverse en diciembre.
La campaña en clave de gestión
En definitiva, la elección de medio término se está disputando sobre un equilibrio delicado: una economía con ancla prestada y una política que decide si va a administrar escasez o a intentar torcer el rumbo con acuerdos. El conurbano mide la temperatura, las provincias reparten el poder y el Congreso define la forma. En el medio, un oficialismo que ensaya pragmatismo y una oposición que calcula costos. La pregunta no es solo quién gana, sino quién puede gobernar con lo que salga de las urnas. Y, en esta Argentina de contratos cortos, esa respuesta vale más que cualquier eslogan.
