Después del último Coloquio de IDEA, volvió a escena una discusión que en la Argentina nunca termina de irse: cómo se pasa de la escuela secundaria al primer laburo, y qué rol les toca a la escuela, a las familias, a las empresas y al Estado. En la Ciudad de Buenos Aires, esa pregunta bajó del panel al taller. Con la Agencia de Habilidades para el Futuro, que depende del Ministerio de Educación porteño, el gobierno empuja una política de formación que mezcla educación, tecnología y empleabilidad, pensada para jóvenes y también para adultos que buscan reinsertarse.
- La Agencia apunta a vincular la educación con el trabajo y a desarrollar habilidades clave.
- Hay talleres de finanzas personales, empleabilidad, liderazgo y orientación vocacional.
- Más de 10.000 personas ya pasaron por esas capacitaciones.
- La apuesta distintiva es el Centro de Simulación Tripartito, con prácticas en entornos reales.
- Hoy ofrece 670 propuestas gratuitas en las 15 comunas y reúne a más de 200.000 estudiantes.
- Cada semana se hace Punto de Oportunidades, una feria itinerante de oferta educativa y laboral.
Del diagnóstico a la práctica
La intención es directa y, para una ciudad con tanta oferta educativa como Buenos Aires, casi obvia: que la escuela no se corte en el timbre de salida. La Agencia trabaja para tender ese puente entre aulas y puestos de trabajo, con programas que fortalecen saberes técnicos y, sobre todo, competencias que hoy pesan tanto como un título: resolver problemas, comunicar, coordinar con otros. Que los vecinos puedan realizarse a través de la educación y el empleo no es un slogan: es el norte que ordena la grilla.
Un taller que parece fábrica
El proyecto que mejor condensa esa idea es el Centro de Simulación Tripartito. Allí no hay pizarrones con teorías quietas: hay robots, simuladores y tecnologías aplicadas que imitan el pulso de una planta, de un puerto, de un taller mecánico. Los chicos y chicas —y también adultos— rotan por laboratorios de robótica, inteligencia artificial, energía y sustentabilidad, mecánica industrial, transporte y logística portuaria. Es un ensayo general del mundo del trabajo, con cascos, pantallas y fallas que obligan a corregir sobre la marcha.
El “tripartito” no es un adorno. Empresas, cámaras, sindicatos y organismos internacionales se sientan a la misma mesa para ajustar recorridos, actualizar equipos y acercar oportunidades. Es la vieja idea de la articulación público-privada-sindical, traducida a estaciones de práctica donde un error no cuesta una línea de producción, pero enseña lo mismo.
Aprender también a presentarse
La pata blanda del oficio —la que no se atornilla— está cubierta con talleres de finanzas personales, empleabilidad, liderazgo y trabajo en equipo. Desde cómo armar un CV que cuente algo más que fechas, hasta ensayar una primera entrevista y ordenar una decisión vocacional sin fantasías ni resignaciones apresuradas. Suena básico, pero es ahí donde muchos se traban. Más de 10.000 personas ya pasaron por estas instancias, un dato que sugiere demanda sostenida y, al mismo tiempo, la magnitud del desafío.
Escala y capilaridad
La red hoy incluye 670 propuestas educativas gratuitas desplegadas en las 15 comunas: tecnicaturas, formación profesional y oferta no formal. Según la Ciudad, más de 200.000 estudiantes participan activamente. La capilaridad importa en un mapa urbano desigual, donde no es lo mismo vivir a diez cuadras de un instituto que cruzar de una punta a la otra del distrito. Para eso también funciona Punto de Oportunidades, una feria que cada semana desembarca en distintos barrios y acerca vacantes, cursos y charlas sin esperar que la gente vaya al centro.
Lo que pide el mercado, lo que puede la escuela
La discusión sobre el futuro del trabajo suele patinar entre el entusiasmo tecnológico y la desconfianza. El enfoque porteño intenta ubicar el problema en el medio: aprender haciendo, con máquinas y procesos que se parecen a los de afuera, y al mismo tiempo practicar habilidades transversales que no vencen con las modas. Nadie promete atajos. La promesa es más terrenal: que el salto entre el diploma y el primer recibo de sueldo sea menos brusco.
Un mensaje hacia adelante
En tiempos donde la inserción laboral juvenil vuelve una y otra vez a la agenda, la Ciudad elige un camino con tres patas: innovación tecnológica, práctica situada y acuerdos entre actores que no siempre tiran para el mismo lado. La eficacia se medirá en recorridos concretos: cuánto de esta maquinaria se traduce en empleos de calidad y cuánto ayuda a reconvertir trayectorias adultas. Por ahora, hay bancos ocupados, robots que responden y tutores que corrigen. El trabajo que viene se empieza a construir hoy, con educación, tecnología y compromiso. El resto será perseverar, ajustar y no perder de vista para quién se arman estos puentes.
