Faltan tres días para las legislativas nacionales y, en una mañana de radio, la boleta se volvió protagonista. No el papel en sí, sino su lógica, su aprendizaje improvisado, su entrada tardía en un país acostumbrado a otro modo de votar. Desde La Plata, Axel Kicillof le apuntó a Javier Milei por la puesta en marcha de la Boleta Única de Papel. “Nadie sabe cómo carajo se usa”, dijo con crudeza. En campaña corta y nervios largos, el sistema electoral se volvió el espejo donde cada fuerza busca que el otro se equivoque.
- Kicillof criticó la Boleta Única de Papel y dijo que “fue un invento de Milei” que “terminó siendo un lío”.
- Justificó el desdoblamiento bonaerense para evitar “un caos” de explicaciones y dobles votaciones.
- Aseguró que el “plan era imponer la BUP en todo el país y ganar con la marca”, pero “les salió mal”.
- Vinculó a Donald Trump con la campaña de Milei: “Parece su jefe de campaña”.
- Sobre Lomas de Zamora, apuntó: “Milei fue al Conurbano a provocar, buscando que pasara algo”.
- Definió la recta final como “una campaña a vida o muerte”.
Boleta única: el voto convertido en manual
Lo dijo sin metáforas: “fue un invento de Milei porque entendió que le convenía, pero terminó siendo un lío que nadie entiende”. La Boleta Única de Papel, presentada como modernización y ahorro, llega a las urnas con el desgaste obvio de una pedagogía apurada. El papel trae casilleros, categorías, una promesa de orden. También el riesgo de tachones, confusiones y docentes de último minuto en las mesas. En el conurbano —donde la logística electoral suele parecer una coreografía aceitada— se teme al paso en falso.
Kicillof defendió el desdoblamiento bonaerense con una imagen simple: “si además de explicar cómo votar con la Boleta Única había que ir al cuarto oscuro a votar otra vez, era un caos”. La provincia eligió correrse del calendario nacional para no mezclar aprendizajes. En un país donde la boleta partidaria fue durante décadas una marca identitaria, pasar a una única hoja exige paciencia. Varias provincias ya convivieron con formatos similares, pero la escala nacional es otro deporte.
El cálculo detrás de la reforma
El gobernador puso nombre y táctica a lo que, desde su mirada, fue un movimiento de tablero: “el plan era imponer la BUP en todo el país y ganar con la marca”. La apuesta, sugiere, era clara: ordenar la oferta para capitalizar el arrastre de una sigla fuerte. Pero las campañas, cuando corren por barrios y radios, no siempre obedecen al Excel. La confusión que debía favorecer a unos terminó, según Kicillof, horadando la confianza general en la mecánica del sufragio, justo cuando menos conviene.
Trump como ruido de fondo
En el tramo internacional de su crítica, el mandatario bonaerense miró hacia Washington. “Trump parece su jefe de campaña. Le dice todo lo que no debería decir, lo ningunea, lo humilla, lo maltrata”, lanzó, a propósito de las declaraciones del republicano sobre la ayuda financiera de Estados Unidos condicionada al resultado electoral argentino. “No me gusta que Trump lo basuree, porque representa a la Argentina. Pero Milei con los poderosos se vuelve cholulo y felpudo”, agregó. La escena, en la lectura de Kicillof, muestra dependencia discursiva en un momento en que el país busca aire propio.
Lomas y el método del choque
El conurbano vuelve a ser escenario y termómetro. Sobre los incidentes en Lomas de Zamora, el gobernador fue directo: “Milei fue al Conurbano a provocar, buscando que pasara algo”. No habló de una gresca casual, sino de guión: “Quería montar un episodio confuso como el de Bolsonaro”. El paralelismo no es gratuito; instala la idea de que el ruido, antes que sumar votos, siembra sospechas. Una estrategia que, si hace pie, desplaza la discusión de la boleta al tumulto, del contenido al gesto.
Un cierre sin red
En la cuenta regresiva, Kicillof eligió imagen de casino: “Están jugando una campaña a vida o muerte, como si fuera un pleno en la elección”. Esa tensión se palpa en los comités, pero también en la previa larga de las escuelas: delegados repasando instructivos, fiscales con biromes de repuesto, ciudadanos que, por las dudas, hojean tutoriales. La boleta, ese pedazo de cartón acordonado, resume una disputa mayor: quién traduce mejor lo que se vota y quién capitaliza el desconcierto ajeno.
El domingo, cuando empiece el recuento y los sobres ya sean un montón prolijo en las mesas, quedará por ver si la Boleta Única fue puente o laberinto. Y si la campaña, con sus provocaciones, llamados y tutelas extranjeras, no dejó más marcas en la forma de votar que en el fondo de lo que se decide.
