domingo, noviembre 9, 2025
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Antimileísmo en CABA: Puricelli pide control legislativo en tiempo real

Dos semanas antes de votar, Buenos Aires amanece con un humor que no hace ruido pero se escucha. En las veredas de Lugano y las ochavas de Caballito, a Gabriel Puricelli le devuelven una frase repetida con discreción: hay menos bronca contra “la política” que contra Javier Milei. El sociólogo —porteño, criado en Piedrabuena— encamina su campaña como quien toma nota de un expediente largo: propone una izquierda democrática que no ceda ni en derechos humanos ni en responsabilidad fiscal. Y levanta una bandera precisa, de aire poco épico pero urgente: reconstruir el Congreso para que vuelva a controlar a tiempo, no después de los hechos.

  • Puricelli, candidato a diputado nacional por Movimiento Ciudadano, detecta “antimileísmo” más que antipolítica en la Ciudad.
  • Reivindica la profesionalización de la política y critica la ilusión del outsider, que “devino en lupanar de lúmpenes”.
  • Su eje: fortalecer el control parlamentario en economía, ingresos, política social y exterior.
  • Plantea una izquierda democrática con equilibrio fiscal intertemporal y enfoque integral de derechos humanos.
  • Cuestiona la política exterior de Milei y pide apego estricto al derecho internacional; alerta sobre el RIGI.
  • Convoca al voto opositor no kirchnerista para impedir el “tercio de bloqueo” en el Congreso.

De Piedrabuena al Congreso: un hilo que vuelve

Puricelli nació y se crió en el Barrio Piedrabuena, Villa Lugano, esos monoblocks que aprendieron a resistir al viento sur y al olvido. Hijo de una clase media en ascenso, tuvo una infancia de escuela y pileta. Su padre —empleado público— se metió temprano en la informatización del sistema previsional, estudió Medicina, se recibió como técnico en hemoterapia y más tarde formalizó su oficio con Análisis de Sistemas en la UTN. Su madre, trabajadora no docente en una normal, después fue el sostén silencioso de la casa.

En el Nacional Buenos Aires, entre Arquitectura y Sociología, ganó lo segundo. Lo atrajo el mecanismo invisible de “lo social”, ese engranaje que organiza la convivencia sin pedir permiso. La democracia que nacía contuvo su militancia. Entre 1989 y 1992 fue secretario de Derechos Humanos de la FUBA por la Juventud Universitaria Intransigente y empujó la última acción callejera contra los indultos: aquella maratón que se gritaba a sí misma, “¡Corramos, sale Videla!”. La escena marcó un foco que no abandonó: terminar con los edictos policiales —esa discrecionalidad heredada de la dictadura— y reclamar justicia por Walter Bulacio, detenido ilegalmente y asesinado a golpes en 1991 tras un recital de Los Redondos.

Maratón contra los indultos
La maratón “¡Corramos, sale Videla!” fue la última acción callejera contra los indultos.

El candidato “más pobre” y la ventana al mundo

En 1993 fue quinto candidato a diputado por el Partido Intransigente dentro del Frente Grande. La revista Noticias lo etiquetó como “el candidato más pobre” al comparar declaraciones juradas en la Capital. Ese mismo año, la FURP —Fundación Universitaria del Río de la Plata— le abrió un mapa: Austin, Richmond, Washington, Nueva York, Boston; un cruce hasta Quebec y Montreal. En Washington, junto a Máximo Langer, lograron conversación —sin foto— con el jefe de asesores del único diputado independiente de la Cámara: Bernie Sanders.

Cuando le preguntan por un “Bernie” local, arma un rompecabezas: Oscar Alende por herencia generacional; Pino Solanas por empuje de movimiento, aunque con un nacionalismo “old style” difícil de encastrar con el progresismo estadounidense. “Ojalá hubiera un Bernie criollo en 2025; hoy no lo veo”, suelta sin vueltas. Tres décadas después, mantiene diálogo con el ex asesor principal de política exterior de Sanders: “Intercambiamos información sobre el salvataje de Estados Unidos a la Argentina”.

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Dos años más tarde, Estrasburgo y el Instituto Internacional de Derechos Humanos. Europa como confirmación: el Estado de Bienestar en vivo, alojado frente a viviendas sociales que parecían tesis y práctica a la vez. Desde entonces, las normas internacionales y el enfoque de derechos se le hicieron brújula.

Oficio público y laboratorio

Socio del CELS desde 2009, se movió entre análisis político-económico y gestión: fue jefe de Gabinete en la Dirección General de Relaciones Internacionales del Gobierno porteño (2000–2001). Hoy coordina el Programa de Política Internacional del Laboratorio de Políticas Públicas, un espacio que nació en diálogo con experiencias de cooperación en Río de Janeiro. Desde allí impulsó monitoreos del transporte, datos abiertos sobre la concesión del subte, debates urbanos y políticas de niñez. Da seminarios en Sociales (UBA) y dicta en inglés un curso de Globalización y América Latina para estudiantes de intercambio.

La calle y el humor de época

“Está linda la calle en la Capital”, dice con una mezcla de registro y cuidado. Aparece el antimileísmo. Hay arrepentidos que confiesan: “Lo voté, pero no lo volvería a votar”. Ese oído convive con una forma de pertenecer: no se presenta como outsider; reivindica la política como oficio. Para él, el mito del “de afuera” terminó torcido: el atajo abrió la puerta a lo que define con brutalidad sobria, “hacer política con outsider se volvió hacer política con lúmpenes”. De esa experiencia extrae el programa principal: recomponer un Congreso que recupere reflejos de control inmediato, en ingresos, política social, economía y relaciones exteriores.

La política no necesita salvadores: necesita profesionales que se hagan cargo.

Una tradición de equilibrio: derechos, cuentas y cancilleres

De los primeros años, Puricelli rescata las marcas de Raúl Alfonsín, un canciller extraordinario como Dante Caputo y el rol pionero de Susana Ruiz Cerutti. “Esa escuela —activismo diplomático para blindar democracia y paz— se perdió”, diagnostica. Y es donde ubica el quiebre actual: “Con Milei dejamos de tener política exterior; se usan recursos del Estado para promoción personal”. Su casa política hoy es el Grupo Paternal, un reagrupamiento de izquierda democrática que se juntó con Esteban Paulón y Alejandro Katz para dar origen a Movimiento Ciudadano, donde compite como candidato a diputado nacional. Es un hilo que hereda algo de Proyecto Sur, sin nostalgia ni consigna fácil.

Antiimperialismo sin chauvinismo

El viaje estadounidense de 1993 le dejó una convicción: el antinorteamericanismo en bloque no explica nada. “Estados Unidos es diverso; confundir antiimperialismo con rechazo a un país es una trampa”. La resistencia interna a Trump le sirve de ejemplo. El mensaje, trasladado a la táctica local, es menos épico y más útil: política exterior con coherencia jurídica y ética de derechos humanos, sin gritos de tribuna.

Diplomacia, no tribuna: la vara es cuán eficaz sos para liberar presos políticos, no cuán fuerte insultás en X.

Para qué un diputado

Puricelli insiste: “La política requiere gente que se dedique sistemáticamente a ella”. No romantiza el voluntarismo, ni el Estado tomado por corporaciones. Se propone llevar saberes a la Comisión de Relaciones Exteriores y, desde ahí, reconstruir la capacidad del Congreso de incidir sobre la política exterior. En esa línea, difiere del FIT —“nosotros queremos gobernar en las condiciones que hay”— y del kirchnerismo —al que le atribuye haber normalizado el “poquito de inflación” y el “poquito de déficit”, y haber bloqueado una salida ordenada con Guzmán—. La apuesta: equilibrio fiscal intertemporal que no se levante sobre quienes menos tienen. Sin dogmas de superávit permanente, sin negación del costo social de la irresponsabilidad.

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Derechos humanos como punto de partida

Su agenda de derechos no se agota en el Nunca Más: propone volver a una noción ecuménica, integral. Derechos como vara para medir la justicia de toda política pública: de seguridad a salud, de subsidios a transporte. La continuidad con Memoria, Verdad y Justicia convive con una mirada de futuro que reclama estándares y controles.

Control en tiempo real: la función olvidada

Si hay algo que Puricelli quiere para los primeros cien días es menos promesas de catálogo y más músculo de control. La Auditoría General, valiosa pero ex post, no alcanza. Cita el trabajo de Esteban Paulón en la Comisión LIBRA y el de Mónica Fein en Salud como señales de método: seguimiento, información, control político concreto. Sobre el presente, su acusación es frontal: el gobierno eligió no tener presupuesto, una forma de sustraerle al Congreso una de sus potestades esenciales. “Sin presupuesto, la función legislativa se desdibuja”, afirma, y recuerda vetos desconocidos. Objetivo: negarle a La Libertad Avanza y aliados el tercio de bloqueo por dos años.

Derecho internacional y una brújula

Venezuela, Nicaragua, Gaza, Ucrania. Su regla es el apego intransigente al derecho internacional. En Ucrania, el principio de integridad territorial; coherente, además, con el mandato constitucional sobre Malvinas. Junto a la ley, la ética: derechos humanos como parámetro permanente. Distancia tanto del kirchnerismo que relativizó la vara según el adversario, como del libertarismo que “tribunea” sin invertir capital diplomático donde importa.

Trump, Milei y la escena inconveniente

La foto en Washington que derivó en condicionamientos explícitos sobre las legislativas fue, según Puricelli, una ruptura del principio de no intervención y una cesión de soberanía. “Una delegación oficial recibiendo lecciones del Tesoro como alumnos retados: todo por una improvisación”. Hay, además, una recomendación que suena a manual básico: resguardar la dignidad del país, incluso cuando la tentación del espectáculo aparece.

Milei y Trump
“Improvisación y cesión de soberanía”: la escena en Washington, bajo la lupa de Puricelli.

Estados Unidos y China: autonomía como norte

“Debe hacerse”, responde cuando se le plantea el equilibrio entre Washington y Beijing. La clave: maximizar autonomía, administrar tensiones y sostener relaciones constructivas con ambos. No es inédito: recuerda a Alfonsín, capaz de conseguir asistencia del Tesoro estadounidense aun cuando la Argentina votaba distinto en la Asamblea de la ONU. El dato material deja poco margen: Estados Unidos como principal inversor, China como segundo socio comercial. Lo que cambia es el tono: inteligencia, dignidad e independencia, sin espejitos de colores.

Una avenida de cuatro carriles

Hay una comparación que repite cada vez que mira el retrovisor: “Alfonsín fijó reglas canónicas para la política exterior. Menem, De la Rúa, los Kirchner y hasta Macri se movieron dentro de esa avenida de cuatro carriles”. Con Milei, dice, se rompieron los guardarraíles. Un dato lo ilustra: la coincidencia de voto con Estados Unidos en la ONU pasó de 45% con Macri a más del 90% con el actual gobierno. Para Puricelli, no es alineamiento: es pérdida de voz.

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La promesa de los dólares y la transición posible

Sobre la frase de que “saldrán dólares por las orejas”, su lectura es seca: espejismo. Ya se creyó antes que una cosecha salvaba todo; hoy el sueño se deposita en Vaca Muerta, la minería o el boom energético. Puricelli no niega la necesidad de divisas ni desconoce su potencial, pero exige un plan que permita llegar a ese momento sin desarmar el presente. Las actividades extractivas, plantea, como instrumentos de una transición social y ecológica, no como religión fiscal.

RIGI y la cuenta que no cierra

El RIGI, para Puricelli, es “un tiro en el pie”: priva al Estado de recursos fiscales para tender el puente entre la crisis y la supuesta abundancia de mañana. Hoy, dice, eliminarlo tendría bajo costo porque no hay proyectos masivos aprobados; si mañana hubiera varios en curso, tocará negociar caso por caso. Aun para el inversor sofisticado, la “limosna” demasiado grande enciende sospechas: el riesgo regulatorio existe, y más cuando el desequilibrio es tan marcado.

No se trata de si el Estado es grande o chico, sino de si es óptimo y está protegido de capturas corporativas.

Reforma del Estado: profesionalizar y desarmar nichos

La reforma que propone no se mide en centímetros, sino en reglas: profesionalización, mejores salarios, desconcentración de recursos, descentralización inteligente, concursos. Y, sobre todo, romper los nichos de captura corporativa que convierten agencias en guaridas sectoriales. Política industrial sí; pero con universalidad y federalismo. Un Estado con contrataciones precarias y nombramientos discrecionales no funciona: antes de achicar o agrandar, hay que ordenar.

Buenos Aires, Kicillof y los gobernadores del centro

Con Axel Kicillof encuentra acuerdos en la prioridad de la política social y la educación —infraestructura escolar, salarios docentes, obra pública, política industrial— y un desacuerdo central: la ausencia de autocrítica sobre la asignación de subsidios durante su gestión como ministro de Economía. Sobre Llaryora y Pullaro, advierte una tentación de transformarse en rueda de auxilio de La Libertad Avanza: ojalá no caigan, pero la tentación existe. La clave, insiste, es superar ideas —no identidades contra alguien— y construir proyectos con voz propia.

Una oposición que no preste herramientas

El diagnóstico de campaña es nítido: en la Ciudad, la mayoría es opositora a Milei. En mayo, fuerzas que se mantuvieron consecuentemente opositoras sumaron poco más del 30%. Hay otro 30% opositor, disperso, que Movimiento Ciudadano busca convencer con una promesa sencilla: no ser “ferretería” del oficialismo. Es decir, no entregar el destornillador con el que se desarma la República. La consigna práctica: negarle al gobierno el tercio de bloqueo en el Congreso por los próximos dos años.

Movimiento Ciudadano
Movimiento Ciudadano, la apuesta para organizar el voto opositor no kirchnerista en la Ciudad.

Coda: volver al cauce

Hay una línea que atraviesa su biografía —de Piedrabuena a Estrasburgo, de la FUBA a los monitoreos del subte, de Sanders al CELS— y se resume en una pretensión austera: volver al cauce de la Constitución y de la democracia. No hay promesas inflamadas, sí la paciencia de quien cree que las instituciones no son una postal, sino un mecanismo que se lubrica todos los días. Y que, si vos querés que funcione, hay que estar ahí, mirando de cerca, con el oído puesto en la esquina.

Facundo Samba
Facundo Samba
Facundo Samba es un escritor cuyos artículos destacan por su profundidad y compromiso. Tiene un máster en periodismo de investigación por la Universidad de Buenos Aires y le apasionan los temas políticos y económicos y las tendencias sociales. Antes de incorporarse a Radio Pública, Facundo trabajó como periodista freelance y colaboró con varias publicaciones internacionales, especialmente en temas relacionados con los derechos humanos y la justicia social.Su escritura crítica y analítica ofrece una visión clara de los problemas contemporáneos, lo que le convierte en un colaborador clave del equipo editorial. Sus escritos son muy apreciados por su capacidad para ofrecer nuevas perspectivas sobre cuestiones de alcance mundial.Para ponerse en contacto con él, envíe un correo electrónico a facundo.samba@laradiopublica.com.
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